Los cátaros o bons homes y la Historia
Tras la huella de los cátaros
El Camí dels Bons Homes ha sido, desde el siglo XI al XIV, un nexo de unión económico muy importante entre el Aireja y el Berguedà.
Este era un itinerario utilizado por los últimos cátaros exiliados que, huyendo de la cárcel, la desposesión o la muerte, buscaban refugio en Cataluña. Subiendo montañas, atravesando cuellos, a vueltas durmiendo bajo tejado amigo y a vueltas al raso llegaron a las tierras catalanas de el Alt Urgell, la Cerdanya y el Berguedà.
Siguiendo este itinerario pirenaico transfronterizo, recorreréis los mismos caminos y descubriréis los mismos paisajes por donde pasaron estos hombres y mujeres perseguidos por la Inquisición y, si os lo tomad con calma y filosofía, podréis llegar a sentir el rumor de la historia.
A pie, a caballo o en BTT (en 7-12 días), esta ruta excepcional le conducirá por lugares inolvidables.
De la aparición del catarismo a su fin
El catarismo fue un movimiento de disidencia religiosa que se expandió por diversas regiones de Occidente durante los siglos centrales de la Edad Media, con una particular incidencia en Occitania. Los cátaros -o Buenos Hombres y Buenas Mujeres- querían volver a la pureza de los inicios del cristianismo y criticaban la opulencia y las corruptelas de la jerarquía eclesiástica de la época. Esta nueva doctrina ganó muchos adeptos en determinadas regiones, lo que provocó una crisis abierta y un profundo debate teológico en la Iglesia de Roma.
En Cataluña, la difusión de esta nueva corriente tuvo lugar bajo los auspicios de algunos nobles pirenaicos, como el vizconde Arnau de Castellbò o el señor Ramon de Josa, enfrentados con los obispos de Urgell. Fue desde los castillos pirenaicos de estos nobles que los cátaros organizaron una red de contactos que difundía la herejía por muchas ciudades y villas de la Cataluña occidental.
A pesar de la implantación de la Inquisición en 1232, el catarismo estaba ya tan arraigado en las comarcas pirenaicas que sería muy complicado erradicarlo. Algunos inquisidores, como Ponç de Planés, Bernat de Travesseres o, más adelante, Pere de Cadireta, fueron asesinados en el transcurso de sus indagaciones. En 1256, en una campaña de persecución que afectó a las tierras del Berguedà, fueron condenadas ciento sesenta y ocho personas por herejía.
A partir de entonces, el catarismo se fue desvaneciendo lentamente de Cataluña. Los últimos representantes de la jerarquía cátara catalana se exiliaron en el norte de Italia y las antiguas familias vinculadas a la herejía se extinguieron o se apartaron de las antiguas creencias. Hacia principios del siglo XIV las comarcas catalanas conocieron una última revuelta del catarismo, pero finalmente el último perfecto conocido, Guillem Belibaste, sería capturado en la villa de Montclar en el año 1321, y condenado a la hoguera por la Inquisición.
Carles Gascón Chopo

Intercambios comerciales en el Camí dels Bons Homes
Aunque el pasaje de los Tolosanos en Cataluña es más antiguo y está más establecido por el Coll de Perthus que por el Coll de Puymorens, no se puede negar que este último fue uno de los itinerarios más importantes en la vida económica de las dos grandes regiones meridionales.
Durante toda la época medieval, circularon por la vía “Foix-Ax-Puigcerdà-Berga” numerosas materias primas o productos elaborados. Por ejemplo, es el caso de la sal del Cardona, la minería del hierro de Rancié, los clavos y herramientas, el trigo de Lleida, el vino catalán, los tejidos de Toulouse y las lanas del Berguedà.
De la misma forma, la trashumancia del ganado, medio clásico de vínculo y de intercambio entre las poblaciones de montaña, fue importante. Y no podemos olvidar tampoco el difuso comercio de montaña a pequeña escala.
En definitiva, el camí dels Bons Homes ha sido testigo del paso de todos estos marchantes, entre los que se escondían, muchas veces, algunos cátaros fugitivos.
PATRIMONIO HISTÓRICO
Santuario de Queralt (Berga)
El Camí dels Bons Homes se inicia en el santuario de Queralt, que se encuentra situado en el primer contrafuerte del Prepirineo. Desde este, podemos observar la ciudad de Berga y todo el Berguedà. A 1.200 metros de altura se encuentra una iglesia del siglo XVIII, que fue nombrada por Verdaguer "la perla de los santuarios de Cataluña", con una virgen muy querida por los berguedanos, del siglo XIV.
Ahora bien, no es casualidad que el Camí dels Bons Homes comience en este punto. Hace mucho tiempo, en estas tierras tan fieles a la Iglesia de Roma, hubo gente que creyó en la fe de la Iglesia de los Bons Homes. Algunos eran naturales del país —seducidos por las ideas y doctrinas venidas del otro lado de las montañas—; otros, fugitivos de las tierras occitanas.
Berga, por ejemplo, ciudad que reposa en una ladera al pie de la sierra de Queralt, fue en el siglo XIII un punto significativo de la herejía en Cataluña. Lo demuestra el hecho de que, en el transcurso de una indagación de la Inquisición que duró cuatro o cinco años —entre 1252 y 1256—, hubo un centenar y medio de inculpados. Los cátaros más conocidos de Berga fueron Guillema de Bretós y sus hijos Arnau, Ramon y Pere. Arnau predicó por toda Cataluña y, capturado después en tierras de Occitania, abjuró de su fe por salvar la vida. Su larga declaración es importante para conocer la actividad del catarismo en Cataluña.

Gósol
La relevancia que esta villa tuvo dentro de la herejía cátara nos la muestra un documento de la Inquisición de mediados del siglo XIII, el cual recoge el testimonio de una mujer de aquí, María Poca, que explica que "pocos albergues había en Gósol que no tuviesen herejes". De una decimotercera de ellos sabemos incluso su nombre, ya que fueron condenados y encerrados en la cárcel de Tarragona.
Asimismo, Gósol también es conocido porque en una de las casas de la plaza, en la antigua fonda de Cal Tampanada, en 1906 vivió el pintor Pablo Picasso, quien en alguna de sus cartas firmaba “Pau de Gósol”. En aquella época, Gósol era un lugar remoto y una auténtica madriguera de contrabandistas. Picasso, que estuvo dos meses y medio con su compañera Fernande Olivier, nos ha legado una numerosa obra efectuada en su estancia en este pueblo y que hoy se encuentra extendida en todo el mundo. Sus cuadros y cuadernos nos ofrecen imágenes de Fernande y nos dan testimonio de las casas, las montañas, la fisonomía de la gente, las vacas y los caballos.
Josa de Cadí
Este pintoresco pueblo situado en la solana del Cadí, cerca de los límites de la comarca de Alt Urgell y el Berguedà, es conocido como punto importante de herejía cátara en el siglo XIII, con don Ramon de Josa y su esposa Timbors al frente.
Se encuentra sobre una colina coronada por el campanario de la iglesia parroquial, construida a partir de 1846 sobre el antiguo castillo de los señores de Josa, del que quedan escasas referencias.
También encontramos la antigua iglesia parroquial de Santa Maria, de estilo románico, situada al pie del Cadinell, a medio kilómetro a mediodía de la población, en un lugar donde todavía en verano es posible encontrar algún rebaño pastando.
Bagà
Bagà, un pueblo situado en el valle del río Bastareny, tiene un admirable casco antiguo prácticamente intacto, modelo único en Cataluña de urbanismo medieval. Fue la sede de la célebre baronía de Pinós, una de las más importantes del país y, aunque sabemos que sus señores no simpatizaron con la herejía, sí fueron capaces de cobijar y defender a sus súbditos herejes que habían sido condenados y encarcelados lejos de sus dominios por parte de la Inquisición: dos veces, a mediados del siglo XIII, Galceran IV de Pinós reclamó al arzobispo de Tarragona que le cediera 14 vecinos de Gósol, que pasaron a las masmorras del barón de Pinós y que al final acabaron en libertad.
Bellver de Cerdanya
Es el municipio con el término municipal más grande de toda la Baja Cerdaña. Fundado a mediados del siglo XIII, aquí se cruzaban el camino real -que seguía el curso del Segre- y la llamada vía bergistana, que venía del collado del Pendís y era básicamente ganadera. El casco antiguo, encaramado sobre una colina, es de esta época medieval, con sus callejuelas, portales y tramos de muralla.
Castellbò
Próspera villa medieval dominada por el castillo de los vizcondes, los más poderosos de Cataluña. Los vecinos de Castellbò, siempre fieles a sus señores, fueron los autores del apedreamiento del inquisidor Pere de Cadireta, motivo por el que se ganaron el apelativo de matasantes, ya recogido por Francisco de Zamora a finales del s. XVIII y que aún sigue vigente en la actualidad.
Del castillo no queda casi nada, fue derribado en el año 1513 por orden del rey Fernando el Católico. Sin embargo, la colegiata de Santa Maria se erige al pie de la colina del castillo, conservando toda su monumentalidad.
A pocos kilómetros a levante de la villa, las ruinas del priorato hospitalario de Costoja se esconden en medio del bosque. Estas antiguas piedras son los testimonios mudos de la terrible condena póstuma que lanzó la Inquisición contra los vizcondes Arnau y Ermesenda.
Y en la actual Arièja:
Castillo de Montsegur
Sobre un pico de 1200 metros de altura por encima del país de Olmes, Montsegur es sin duda el lugar más emblemático del catarismo, el auténtico símbolo de la resistencia de los cátaros frente al papa y la corona francesa. Lugar de paso estratégico y bastante lejos de todas partes, la jerarquía cátara hizo a partir de 1232 la sede de la Iglesia clandestina, con la ayuda de Raimon de Perelha, señor del castrum, y de Pèire Rotger de Mirapeis. Sometido finalmente a asedio por el senescal de Carcassona, tuvo que capitular a los diez meses: el día 16 de marzo de 1244, unos 225 buenos cristianos fueron quemados vivos, sin que ni uno solo quisiera abjurar de la fe que profesaban.
Montsegur es realmente el lugar que mejor muestra la tragedia de los cátaros. Por un lado, por la magnificencia del lugar, y por el otro, porque aquí se concentraron y murieron los principales dirigentes de la Iglesia de los Bons Homes. La Iglesia todavía viviría en el Llenguadoc casi un siglo más, e incluso tendría un breve periodo de recuperación, pero estos últimos años de su existencia en tierras occitanas sufrió una intensa y tenaz persecución inquisitorial que iría destruyendo el tejido social que apoyaba el movimiento y acabaría erradicando completamente su presencia.
Castillo de Rocafixada
Situado sobre un monte rocoso estratégico que domina el valle de Esponne, absolutamente inatacable por tres de sus lados -únicamente vulnerable por el noroeste-, es un castillo que data de 1034, donde el catarismo estuvo absolutamente arraigado. Desde ese momento hasta la Cruzada, fue propiedad de los señores de Pailhés (que estuvieron en todo momento junto al conde de Tolosa y de Foix). En el año 1273, después del encarcelamiento del Conde de Foix, el castillo pasó a manos de la corona.
En el siglo XVII, Richelieu ordenó la destrucción y demolición total del castillo y del pueblo para borrar todo tipo de relicto de la iglesia cátara y sus creyentes. Fue totalmente destruido por los habitantes de los alrededores, dirigidos por el Conde de Foix. Actualmente se encuentra en ruinas.
El Castillo de Foix
Asiento del contado y símbolo de cuentas, es un sitio fuertemente vinculado con el catarismo.
Las presentes fortificaciones sobre el roquero probablemente precedían al Castillo de Foix. La Ciudadela es citada desde 970, pero es a partir de la creación del Condado, en 1002, cuando el castillo toma la apariencia actual, con la construcción de las dos torres cuadradas. La torre redonda es posterior y data del siglo XV.
La cruzada no intentó asaltar ese castillo, y tampoco sufrió el asedio. El conde de Foix puso su fortaleza en manos del Papa como acto de sumisión, en el Concilio de Latran, en 1214. Fue transformado en prisión en el siglo XVII y, posteriormente, en el siglo XIX, fue restaurado con su aspecto medieval en la actualidad.